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El control es solo una ilusión
Tener cierto control de lo que pasa en nuestras vidas es positivo, me refiero a planificar determinadas cosas, como estudiar para prepararnos para el futuro, elegir trabajar en aquello que deseamos, ordenar la agenda para optimizar el tiempo, tener organizadas nuestras finanzas, incluso planificar una familia. En definitiva es importante poder decidir qué es lo que queremos, tener proyectos y esforzarnos por conseguirlos. Encontrar el equilibrio, entre manejar distintas situaciones, perseguir objetivos y poder disfrutar del momento es lo saludable, pero hay personas que tienen una necesidad insaciable de controlar todo constantemente, perdiendo tiempo y energía en cosas insignificantes, centrándose en la búsqueda de la "perfección y el orden" en vez de enfocarse en el logro de objetivos relevantes y en el placer de vivir. Si bien no estoy aquí refiriéndome a una patología como podría ser por ejemplo un trastorno obsesivo compulsivo, no deja de ser un problema porque se trata de un modo de comportamiento que aumenta la ansiedad, provoca inquietud, intolerancia y distorsiona la capacidad de vivir con alegría.
Ésta compulsión de manejar y controlar el mundo circundante, posiblemente provenga de la vulnerabilidad del ser humano y de su imposibilidad de garantizar su propia existencia, es decir, por no tener la seguridad de estar a salvo ni poder dominar su vida frente a una naturaleza muchas veces despiadada. Freud en su trabajo, "El porvenir de la ilusión", describe magistralmente la relación entre el desvalimiento humano y la creación de la cultura, y sostiene que ésta última tiene como función principal protegernos ante las amenazas de una naturaleza cruel que nos mata.
Aunque anhelamos la seguridad, vivimos permanentemente en incertidumbre, no sabemos qué es lo que viene ni qué nos va a ocurrir, no podemos tener certeza del futuro, ni siquiera del inmediato, nada ésta garantizado y esto es francamente atemorizante, hoy estamos, mañana tal vez no. Tomamos decisiones en función de lo que creemos que va a pasar, pero no en función de lo que va a pasar, porque nadie lo sabe. Tal vez esa imposibilidad de controlar nuestra propia existencia, la desplacemos a aquellas situaciones insignificantes de la vida diaria que sí podemos dominar, como el orden, la limpieza, el intento de perfección en la realización de tareas en el hogar, en el trabajo, incluso el intento de controlar la vida de otros, a veces, camuflando éste comportamiento con un falso sentido de protección. Ésta actitud compulsiva, sustitutiva, busca darnos "certidumbre", con la falsa creencia de que si controlamos lo de alrededor logramos seguridad frente a lo inesperado. Lamentablemente no es más que un mecanismo de desplazamiento que falla en su objetivo y en lugar brindarnos tranquilidad en nuestras vidas nos angustia, nos lleva a un círculo vicioso sin fin, en el que la realidad nos dobla el dado y aunque tratemos de controlar cada vez más tareas y cosas, siempre aparecerán nuevas situaciones inmanejables, que nos frustrarán y nos dejarán otra vez desnudos, impotentes, quedando revelada nuestra verdadera fragilidad. La ansiedad en vez de disminuir aumenta, haciendo que la sensación de seguridad pase a ser un espejismo que cuando creemos que estamos por alcanzar, se disipa en el horizonte frente a nuestros propios ojos.
Es necesario entender que la búsqueda de control de nuestras vidas, es solo una ilusión. El sentimiento omnipotente del hombre de creer que puede solucionar y dirigir todo, no es más que una fantasía, que rápidamente se esfuma al chocar con la realidad.
Solo cuando comprendamos que no todo depende de nosotros, cuando entendamos que controlar minuciosamente las cosas cotidianas no nos brinda seguridad ni certidumbre, cuando aceptemos la finitud y bajemos la omnipotencia narcisista, podremos enfocarnos en disfrutar la vida y en tratar de alcanzar objetivos relevantes, sabiendo que tenemos mucho para aportar en el proceso, pero que hay una parte que está fuera de nuestro control.
La falta de garantías sobre nuestro destino no implica quedarnos de brazos cruzados viendo qué nos depara la vida. Utilizar al máximo nuestras capacidades para lograr propósitos realmente importantes sin olvidarnos de disfrutar el camino hacia ellos, no asegura la victoria, pero aumenta muchísimo las posibilidades de alcanzarlos.
Lic. Santiago Bonomi
Matrícula CABA Nº 63442
Matrícula Prov. de Bs.As. Nº 98039
Consultorio: 011 6460 1212
Ésta compulsión de manejar y controlar el mundo circundante, posiblemente provenga de la vulnerabilidad del ser humano y de su imposibilidad de garantizar su propia existencia, es decir, por no tener la seguridad de estar a salvo ni poder dominar su vida frente a una naturaleza muchas veces despiadada. Freud en su trabajo, "El porvenir de la ilusión", describe magistralmente la relación entre el desvalimiento humano y la creación de la cultura, y sostiene que ésta última tiene como función principal protegernos ante las amenazas de una naturaleza cruel que nos mata.
Aunque anhelamos la seguridad, vivimos permanentemente en incertidumbre, no sabemos qué es lo que viene ni qué nos va a ocurrir, no podemos tener certeza del futuro, ni siquiera del inmediato, nada ésta garantizado y esto es francamente atemorizante, hoy estamos, mañana tal vez no. Tomamos decisiones en función de lo que creemos que va a pasar, pero no en función de lo que va a pasar, porque nadie lo sabe. Tal vez esa imposibilidad de controlar nuestra propia existencia, la desplacemos a aquellas situaciones insignificantes de la vida diaria que sí podemos dominar, como el orden, la limpieza, el intento de perfección en la realización de tareas en el hogar, en el trabajo, incluso el intento de controlar la vida de otros, a veces, camuflando éste comportamiento con un falso sentido de protección. Ésta actitud compulsiva, sustitutiva, busca darnos "certidumbre", con la falsa creencia de que si controlamos lo de alrededor logramos seguridad frente a lo inesperado. Lamentablemente no es más que un mecanismo de desplazamiento que falla en su objetivo y en lugar brindarnos tranquilidad en nuestras vidas nos angustia, nos lleva a un círculo vicioso sin fin, en el que la realidad nos dobla el dado y aunque tratemos de controlar cada vez más tareas y cosas, siempre aparecerán nuevas situaciones inmanejables, que nos frustrarán y nos dejarán otra vez desnudos, impotentes, quedando revelada nuestra verdadera fragilidad. La ansiedad en vez de disminuir aumenta, haciendo que la sensación de seguridad pase a ser un espejismo que cuando creemos que estamos por alcanzar, se disipa en el horizonte frente a nuestros propios ojos.
Es necesario entender que la búsqueda de control de nuestras vidas, es solo una ilusión. El sentimiento omnipotente del hombre de creer que puede solucionar y dirigir todo, no es más que una fantasía, que rápidamente se esfuma al chocar con la realidad.
Solo cuando comprendamos que no todo depende de nosotros, cuando entendamos que controlar minuciosamente las cosas cotidianas no nos brinda seguridad ni certidumbre, cuando aceptemos la finitud y bajemos la omnipotencia narcisista, podremos enfocarnos en disfrutar la vida y en tratar de alcanzar objetivos relevantes, sabiendo que tenemos mucho para aportar en el proceso, pero que hay una parte que está fuera de nuestro control.
La falta de garantías sobre nuestro destino no implica quedarnos de brazos cruzados viendo qué nos depara la vida. Utilizar al máximo nuestras capacidades para lograr propósitos realmente importantes sin olvidarnos de disfrutar el camino hacia ellos, no asegura la victoria, pero aumenta muchísimo las posibilidades de alcanzarlos.
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